En un mundo que cada vez se vuelve más complicado y escéptico ante las cosas divinas y que se precian de haber madurado de tal manera que ha hecho de lado la fe, y, en concreto la fe cristiana, Juan Pablo II tuvo el valor de poner al hombre, marcado por la posmodernidad, en la tesitura de aceptar o no la fe teologal y le planteó el reto de exigir a la razón filosófica la audacia de la verdad, la audacia de creer, de aceptar el don de la fe. Éste ha sido uno de los motivos que me llevaron a orientar mi estudio en el presente trabajo. Otro motivo que me ha atraído al estudio de Juan Pablo II es la innegable fuerza de arrastre y convicción que tenía para con la gente joven. Su itinerario como profesor de ética en la Universidad Católica de Lublin y en la Universidad Estatal de Cracovia, en la que ejerció durante un tiempo a partir de 1948, refleja la gran influencia que ejercía sobre sus alumnos. Años más tarde, como Pontífice, supo sacudirla indiferencia de la juventud ante la fe y empujarla a grandes ideales que, afirmados en la razón, les llevaron a adquirir el valor de asumir la fe y así encontrar el verdadero sentido de la vida.