Ahora el lector tiene en sus manos un libro muy valioso y muy original sobre lo que son los derechos del hombre a la luz, sobre todo, de los debates habidos en las asambleas constituyentes mexicanas de 1857 y 1917, en las que hubo tiempo y espacio para discutir esta materia, la más importante de cuantas contiene una constitución. Y, en efecto, es muy original, porque su autor ha hecho su mejor esfuerzo para que el lector aprecie, de manera directa, cada palabra, cada idea de tan interesantes debates. De hecho, el título del libro está tomado al pie de la letra del enunciado del artículo primero del proyecto de constitución de 1856. Para empezar, Ignacio Ramírez increpa a la Comisión de Constitución, porque cree que antes de decir que los derechos del hombre son la base de las instituciones sociales, se debe averiguar y definir cuáles son esos derechos: ¿son acaso los que concede la misma Constitución?, o ¿los que se derivan del Evangelio y del Derecho Canónico?, o ¿los que reconocieron el Derecho Romano y la Ley de Partida? León Guzmán, miembro de la Comisión le contesta: El señor Ramírez no negará que el hombre es un ser eminentemente libre y eminentemente social; que al reunirse los hombres en sociedad convienen en sacrificar un poco de su libertad natural para asegurar la demás, y que esta parte de libertad que se reservan todos los individuos, es lo que constituye el derecho del hombre en sociedad, y asegurar este mismo derecho debe ser el fin de las constituciones y de todas las leyes. Después, Ponciano Arriaga, igualmente miembro de la Comisión: replica al señor Ramírez que los derechos no nacen de la ley, sino que son anteriores a toda ley, y el hombre nace con ellos. El derecho a la vida, el de la seguridad, etcétera, existen por sí mismos y a nadie se le ha ocurrido que se necesite una ley que conceda a los niños, y a todos los hombres, el derecho de alimentarse y el de vivir. Sin duda alguna los anteriores principios rectores, sobre el tema de los derechos humanos, se extrañan en la actualidad y vale la pena rescatarlos y ponerlos en la práctica, sobre todo, en tiempos donde las sociedades empiezan a convulsionarse.