La aceptación del pluralismo es condición necesaria para la existencia real de las discusiones democráticas. La realidad es compleja y no sólo autoriza, sino que exige diversidad de perspectivas para abordar su entendimiento. Mientras que los hombres y las mujeres no seamos sujetos puros, sino que nuestra personalidad esté configurada por distintas trayectorias vitales, diferentes fibras éticas y preferencias de muy vario linaje. Son muchos, por tanto, los senderos que convergen en el descubrimiento de las nuevas realidades y en el perfeccionamiento individual y social que en definitiva nada valdrían. “Lo que imperaría, entonces, sería el poder puro, la violencia clamorosa o encubierta, tan dolorosamente manifestada en la actualidad internacional”. Para que funcione una democracia podemos atender a lo que Montesquieu nos dice y tener siempre en cuenta las costumbres, en cuanto fundamento de la convivencia. Las costumbres sólo son saludables en cuanto no dañan la libertad, es decir, en cuanto se ajustan a la estructura política de la templanza.