La pedagogía actual necesita un reexamen de la noción de persona. En esta búsqueda nos valdremos de un mito, el de Pigmalión, intentando demostrar que el educando es agente principal, sujeto y fin de su propia educación que pone, de alguna manera, bajo el concurso y guía del educador. Existe el riesgo —a esto llamo «educación» pigmaliónica— de establecer la actuación del educador como el eje del proceso educativo. Es decir: el peligro de intentar una especie de fusión —o confusión— entre la creación artística y la labor educativa. La relación educador-educando es una relación interpersonal, el no reconocerlo ha traído como consecuencias, en el ámbito educativo: masificación del alumno, anonimato del maestro, relegación de los padres y, con todo ello, la pérdida de la filosofía de la responsabilidad personal.