Toda conceptualización pedagógica parte de la idea que se tenga sobre el ser humano. Al elegir el realismo filosófico, nos situamos fuera del materialismo y del idealismo. El hombre es la síntesis de materia corpórea y de alma espiritual. Sus potencias sensitivas, además de las racionales —inteligencia y voluntad—, lo colocan por encima de las bestias y por debajo de los ángeles. Su capacidad de leer dentro (intus légere) y captar la esencia de las cosas, trascendiendo la captación sensible de los accidentes, le hace posible llegar a la idea universal. Pero «todo conocimiento lleva en sí mismo el riesgo del error y de la ilusión [...] que no debemos subestimar» (Morín, 1999, p. 17). Además, su apetito espiritual —su voluntad— escapa a la determinación de los instintos y lo hace libre para auto determinarse al bien. En cuanto elige el mal —o más exactamente, un bien no debido—, aunque sea signo de libertad, en realidad éste lo esclaviza.
Pliego Ballesteros, M. (2017). La pedagogía hoy: retorno a los principios y... ¡mar adentro!, Revista Panamericana de Pedagogía, 25, 151-159. https://doi.org/10.21555/rpp.v0i25.1686