El cambio de milenio puede y debe servirnos para hacer una profunda revisión de los fundamentos educativos y de su impacto en la construcción de la cultura a lo largo de los siglos. El binomio educación-cultura es importante porque la cultura es causa, contenido y efecto de la educación. Es natural, entonces, que nos comprometamos —desde el punto de vista pedagógico— a revisar el sistema educativo y su fundamento antropológico: la naturaleza humana. Este análisis ha de ayudarnos a descubrir lo que varía y lo que es constante en el proceso educativo. Lo invariable es el ser humano. Al parecer este aspecto tan obvio se ha oscurecido por ciertas posturas antropológicas reduccionistas, que relegan el acervo metafísico.La educación es un proceso de perfeccionamiento de lo específicamente humano1. Pero lo específico de la persona no surge en abstracto, se concreta en cada uno de nosotros. Así, la naturaleza humana —común a todos— es el punto de partida para un proceso educativo siempre personal e inédito. El objetivo de este estudio es ayudar a que los educadores reflexionen sobre la naturaleza humana, considerada como el sustrato del proceso educativo. Cuando se conocen las posibilidades de la naturaleza humana, es más fácil coadyuvar en la maravillosa tarea que cada uno tiene, de alcanzar el matiz singular de perfección que puede darse en su persona. La tarea de un buen educador, por tanto, está circunscrita a lo que realmente es la condición humana. No podrá educar bien quien parte de hipótesis inadecuadas o planteamientos meramente empíricos sobre la persona y su finalidad. Por eso, para tener un acercamiento a cada persona en concreto, debe redescubrirse el concepto de naturaleza y aplicarlo al concepto de ser humano.
López de Llergo, A. T. (2017). La naturaleza humana, fundamento de la educación, Revista Panamericana de Pedagogía, 25, 49-65. https://doi.org/10.21555/rpp.v0i25.1685