Ningún otro siglo, como el siglo XXI, había estado tan necesitado de verdaderos líderes y estadistas. Y, si se habla de necesidad, es porque hay una evidente carencia de personajes con este perfil que, por lo visto, se han convertido en una especie en extinción. Por otro lado, en México, la conducta de ciertos líderes- en especial la de los políticos- ha perdido credibilidad y la sociedad mexicana, sumida en uno de los mayores escepticismos de su historia, desearía contar con líderes capaces de dirigir el destino de la nación hacia una verdadera libertad, justicia y prosperidad. En el pasado, de manera errónea y reiterada, se dejaba todo en manos de los políticos o en manos del gobierno, desde el mal entendido concepto de "Estado", en el que sólo se incluía a los gobernantes y se dejaba fuera a los gobernados. Dentro de este grupo de gobernados, con un alto nivel de influencia, se encuentra el alto ejecutivo de una empresa. Por ello, la sociedad tiene puesta la mira en el directivo de empresa o en general el ejecutivo de alto nivel, pues tendría que convertirse en uno de los personajes más significativos de la cultura del nuevo siglo no sólo por la importancia de las decisiones que pueda tomar o por la capacidad de gestión que sea capaz de demostrar, sino porque su liderazgo debería de trascender las fronteras de la empresa y ser un liderazgo social.