A partir de una primera experiencia como profesor en la Escuela de Contaduría, surgió la necesidad de aprender a ser un buen maestro; una cosa es tener experiencia y conocimientos sobre un campo específico, y otra muy diferente es tener la cualidad y métodos para poder transmitirlos adecuadamente. Al principio, en cada una de las clases impartidas como catedrático, uno se preguntaba si estaba o no enseñando correctamente a sus alumnos, se les consultaba por separado fuera del aula sobre el desempeño docente; todos respondían que lo hacía muy bien. Esto causaba más nervios, se consultaba con el coordinador, éste decía que iba bien, que los estudiantes tenían buenos comentarios. Ante este tipo de manifestaciones, el docente empieza a creer que es un buen profesor; finalmente los alumnos son cuestionados por escrito sobre el desempeño de cada uno de sus profesores; nos evaluaron. Frente a una evaluación individual y anónima, los alumnos calificaban según las evaluaciones que obtuvieron, el tipo de tareas que debían realizar.