<jats:p>Si la alegoría es fundamentalmente un modo de leer y de escribir (en suma, de pensar), que, en clave cristiana, se encuentra ligada a la salvación personal, esta actividad, en efecto, no puede quedar desvinculada obviamente del acto de fe, ni en lo fundamental del deseo de Dios, es decir, de aquel impulso que regresa al ser humano a su perfección. La sintonía siempre renovada entre hombre (mundo) Dios pone en movimiento dos aspectos: uno ascendente o delectatio Dei y otro descendente o cupiditas mundi. No hay lectura sin deseo, ni deseo que no se consuma como búsqueda de Dios.</jats:p>