En septiembre del 2000, Luis de la Barreda, presidente de la Comisión de Derechos Humanos en la ciudad de México, recibió al grupo representante de los trabajadores de la institución que deseaban integrar su sindicato para proteger sus derechos laborales, decidió abordar la situación con la intención de motivarlos a hacer valer sus derechos laborales en lugar de persuadirlos a desistir de su interés en crearlo.