Después de trabajar profesional y humanamente durante varios años con mujeres que estaban embarazadas, se comienza a reflexionar sobre lo que implica esta situación en diversos ámbitos; unas pensaban que lo mejor en ese momento era morir, pues no encontraban solución alguna a su "problemática", otras, sentían un miedo terrible a enfrentar a sus padres, a la sociedad o a ambos; en realidad había una confrontación personal sobre su situación, en donde sentían vergüenza y decepción por su comportamiento, estaban convencidas de que habían confiado en una persona que no merecía su respeto y a quien le hubieran entregado su vida completa, la cual, no supo valorar su persona y tampoco a su hijo, por ello además de sentirse desilusionadas, tristes y solas, se encontraban preocupadas por su futuro y en algunos casos por el de su hijo. El haber podido convivir no sólo con ellas, sino con sus sentimientos, pensamientos, preocupaciones, permitió iniciar un proceso para comprender el por qué de sus reacciones, así como el no juzgar, debido a que cada una tenía y tiene una historia particular y si se profundiza en cualquiera de ellas, podrían percibirse las posibles y diversas causas que facilitaron el que se presentara esta situación; cabe aclarar que aun cuando considero que no es lo correcto, que no es lo mejor, no sólo por ellas mismas, sino por la persona que se ha procreado y quien de una u otra forma va a sufrir más que una, que ha sido concebida en una familia formada y donde desde un inicio se estaba esperando, creo que es nuestro deber no sólo como personas, sino como educadores y sobre todo como educadores familiares, el respetarlas y aceptarlas para poder ayudarlas.