<jats:p>Como es bien sabido, en su Suma teológica Tomás de Aquino defiende desde una perspectiva aristotélica la naturaleza científica de la sacra doctrina, proponiéndola como una ciencia subalterna al conocimiento que Dios tiene de sí mismo. La interpretación de Tomás en torno a la doctrina aristotélica de la ciencia le permite proponer que las conclusiones de la sacra doctrina se reducen a los artículos de la fe como a sus primeros principios. Lo que no es bien sabido, sin embargo, es que Tomás en otros textos cambia su postura sobre el modo en que la sacra doctrina llena los requisitos para ser ciencia. Esto ha sido puesto en evidencia en parte por algunas ediciones críticas recientes, como la de la Lectura Romana, realizada por Boyle, y especialmente la del prólogo al Comentario a las Sentencias, por Adriano Oliva. Si bien los artículos de la fe son evidentes en sí mismos (per se), estos textos, vistos cronológicamente, demuestran que a través de su carrera Tomás vacila en reconocer que desde nuestra perspectiva (quoad nos) los artículos no son evidentes ni demostrables, sino que son objetos de fe religiosa. A través de estos textos Tomás progresivamente admite que existe una imperfección en el modo en que la conocemos en esta vida (in via); por tanto, la sacra doctrina en cierto modo se queda corta de la ratio perfecta de ciencia, al menos quoad nos.</jats:p>