Vol. 2, Núm. 2 (2022): julio-diciembre

Quisiéramos ofrecer, en el contexto del presente número misceláneo, dos líneas básicas de comprensión: por un lado, un eco de la celebración, en el marco del Instituto de Humanidades, de la Jornada de Homenaje a Dante Alighieri a 700 años de su fallecimiento, celebrada de manera virtual el 8 de noviembre de 2021 (Abbate y el ordo amoris, Zambruno y el sentido de presencia de la Virgen en el Canto XXXIII de la Divina Comedia, Alvira y el núcleo fundante de la palabra en el neoplatonismo); por otro lado, la naturaleza ambivalente del adjetivo “liberal”, tal como se presenta en las expresiones “modelo liberal” (Carlson-Hurtado) y “educación liberal” (Nicgorski).

A través de algunas intuiciones de Max Scheler acerca del ordo amoris, se aborda esta cuestión en el pensamiento de Dante Alighieri, especialmente en la Divina Comedia. La obra del poeta florentino se vertebra sobre la ordenación del intelecto y de la voluntad al bien del hombre, así como en la búsqueda del primer amor que mueve esta inclinación del hombre. A través de varios ejemplos tomados de la Divina Comedia se pretende presentar esta cuestión fundamental en la obra mayor de Dante.

En el presente artículo se argumentará que el sistema familiar liberal, tal como fue concebido por el teórico-político británico John Locke a finales del siglo XVII, gozoso de un aparente éxito a fines de la década de 1960, se encuentra actualmente en ruinas. Tres contradicciones internas que derribaron el sistema pueden ser identificadas: 1) una comprensión deficiente de la naturaleza humana, la cual denigró la imagen del varón y colocó una carga familiar excesiva sobre la mujer; 2) la falta de funciones de la familia liberal, provocando su desintegración económica y material; 3) su dependencia de la ingeniería social coercitiva, que minaba los valores religiosos fundacionales que permitieron la funcionalidad del sistema conocido. La “autorrealización” y la “teoría de género”, muestran Carlson y Hurtado, son la consumación lógica de dicho sistema familiar liberal, atentando directamente con la esencia de la familia natural. También se pone de manifiesto cómo y por qué el ideal liberal de tolerancia ha fallado en las últimas décadas.

En el Symposio Sócrates sostiene que “eros” tiene por padres a “poros” y “penia”, la riqueza y la pobreza. Así como el poder exige siempre una resistencia para poderse imponer, el amor se puede actuar sólo en la falta de imposición unida a la falta de resistencia. El poder está siempre modulado por el tipo de resistencia sobre la que se ejerce, y por eso el poder absoluto exigiría o una resistencia absoluta -que le impediría ejercerse- o una resistencia nula, que también le impediría hacerlo. Por eso el poder absoluto es el concepto de un imposible, salvo que por tal se entienda el hacer aparecer algo desde la nada. De ahí que en la tradición del neoplatonismo cristiano la idea de omnipotencia divina se haya identificado con la de creación. Sólo en cuanto creador tiene sentido un poder absoluto, que crea “de la nada”.

Sin duda, la primera exposición lógica y sistemática del mal fue dada por San Agustín. Ciertamente en la filosofía griega, desde sus inicios se encuentran doctrinas del mal, pero siempre incompletas y poco profundas. En el pensamiento cristiano, al profundizarse en el pecado, que es considerado como el supremo y universal mal, se dieron intentos de explicarlo, pero habían sido siempre titubeantes e incompletos. Sin embargo, con San Agustín se encuentra ya una construcción completa, coherente, rigurosa y sistemática sobre el mal.

Esta es la tercera, y última, de las tres conferencias sobre el tema Educación Liberal y Libertad Humana presentadas a finales de 2017 como clase magistral en la Cátedra Carlos Llano. Las conferencias se impartieron en los campus de la Universidad Panamericana en Aguascalientes y Ciudad de México en semanas sucesivas.

A partir la divisa “nosotros existimos”, el catalán Norbert Bilbeny, catedrático de ética en la Universidad de Barcelona, realiza una argumentación en torno al cuidado de la existencia como postulado moral. En el camino, el autor aborda temáticas ampliamente vigentes, e incluso novedosas, como la revisión del concepto de justicia y el modo en que esta virtud nos obliga no sólo con las personas, sino también con los animales e, incluso, las cosas.

Bruna Pieri da a conocer un trabajo que presenta detalladamente la riqueza narrativa de las Confesiones, en un estilo muy cuidado, que hace placentera su lectura. En la obra podemos distinguir dos grandes partes: la primera está compuesta por cinco capítulos y la segunda por tres apéndices. El capítulo I (“Confiteor tibi in litteris: Genere letterario e Genus dicendi”, pp. 13-40) es una introducción a la vocación literaria que expresa Confesiones y, por lo tanto, una discusión abierta sobre el género literario, puesto que no se trata únicamente de autobiografía sino de un conjunto de elementos (autor, narrador y protagonista, la noción, muy trabajada por la autora, de erlebendes Ich y la posibilidad complementaria de un erlebende Du), cuya presencia simultánea, dificulta establecer el genus dicen-di. En efecto, la primera persona expresa la perspectiva de la narración y tradicionalmente fusiona narrador y protagonista, situándolo en el núcleo de la acción, aunque el narrador en primera persona, por su propia naturaleza, crea una cierta distancia con lo que él mismo narra, pues únicamente puede decir lo ya acontecido; de este modo, el narrador crea distancia respecto de lo narrado. La dificultad, entonces, de distinguir el genus dicendi radica en que la primera persona de Confesiones está completamente involucrada en la experiencia que relata, pues lo propio del erlebendes Ich es experimentar en la narración, decir una experiencia. Por esta razón, en el caso específico de Confesiones, tiene desde el principio una posición central en la historia, porque él ha experimentado la historia que narra; se llega así al núcleo narrativo de la intimidad agustiniana.

Desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días, la devoción de los países de tradición cristiana dio voz al culto de María, a través de diferentes formas artísticas: iconos, himnos, oraciones que, tanto en Oriente como en Occidente, dieron origen a la veneración de la Madre de Dios.