Dicen los especialistas que si la competitividad de las empresas se tradujera solo en aspectos visibles y fácilmente identificables, cualquiera podría copiarlos y apropiárselos, pero no es así: un factor esencial de competitividad es el capital intelectual, elemento intangible de carácter estratégico.
El capital intelectual se forma con la suma de conocimientos tácitos y explícitos, que los empleados poseen, adquieren y comparten entre sí. El compromiso de la empresa es crear el ambiente propicio para que sus integrantes detonen su experiencia y conocimiento y lo muevan como una espiral que redunde no sólo en favor de la empresa sino en la propia persona del empleado.